Usamos cookies para personalizar el contenido y los anuncios, para proporcionar funciones de redes sociales y para analizar nuestro tráfico. Usted puede aceptar o declinar el almacenamiento de datos.
Durante el siglo XVI, cuando los hombres cruzaban las aguas en busca de nuevos territorios, los elfos y los enanos vivían ocultos en los confines del mundo. Se escondían del hombre, porque reconocían el olor de sus fauces hambrientas de poder y muerte. Sin embargo, cuando Pedro de Valdivia llegó a Chile en 1541, los espíritus del bosque y los alerces sabían que nada más se podía hacer.
Aitoren, hijo del último rey enano, no lo sabía.
Un día, la llovizna le dio aviso del arribo del enemigo y no era el Trauco, no?, tampoco era un ogro o un lobo-lobo. Era un monstruo vestido de oveja, oculto tras un dulce perfume y unos hermosos ojos color sangre.
Durante el siglo XVI, cuando los hombres cruzaban las aguas en busca de nuevos territorios, los elfos y los enanos vivían ocultos en los confines del mundo. Se escondían del hombre, porque reconocían el olor de sus fauces hambrientas de poder y muerte. Sin embargo, cuando Pedro de Valdivia llegó a Chile en 1541, los espíritus del bosque y los alerces sabían que nada más se podía hacer.
Aitoren, hijo del último rey enano, no lo sabía.
Un día, la llovizna le dio aviso del arribo del enemigo y no era el Trauco, no?, tampoco era un ogro o un lobo-lobo. Era un monstruo vestido de oveja, oculto tras un dulce perfume y unos hermosos ojos color sangre.