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Cuentos de Pandemia

Cuentos de Pandemia

“He leído cientos de respuestas a la pregunta: ¿por qué escribe usted? La heterogeneidad de ellas es impresionante. Desde sofisticadas y rebuscadas hasta simples y directas, que también resultan sospechosas. La variedad de ellas es el ejemplo patente de que no hay respuesta: sólo hay autores con su verdad, válida para cada uno en el fondo de sí mismo, generalmente ajena a lo que se declara para el bronce. Si yo tuviera que dar respuesta a esa pregunta estaría en un verdadero aprieto. Ni las sofisticadas y profundas ni las ingeniosas y simples me representan. Sólo me mueve ser autor, en el sentido etimológico del término que señala que el autor es el que aumenta. ¿Qué más nombre para un simple ser humano que poder aumentar la realidad con una obra concreta salida de su imaginación? ¿qué más noble, además, reconocer que no lo ha hecho solo? Él sabe que su obra, sus historias, provienen del colectivo social, del cual forma parte desde su niñez. Su obra es producto de toda la sociedad y él solo (y ahí está su valor) puede tener o no el talento de verbalizar esas historias que le parecen significativas, en una estructura que la tradición considera literatura. Y como no tengo otra respuesta que me parezca verdadera, voy a tomar prestadas (en la literatura todo es préstamo) las simples, pero sabias palabras del escritor peruano Fernando Iwasaki, para concordar con él en que escribo “… porque dedico todos los libros de ficción a mi mujer y así – mientas siga escribiendo – ella sabrá que la sigo queriendo””. El autor.

“He leído cientos de respuestas a la pregunta: ¿por qué escribe usted? La heterogeneidad de ellas es impresionante. Desde sofisticadas y rebuscadas hasta simples y directas, que también resultan sospechosas. La variedad de ellas es el ejemplo patente de que no hay respuesta: sólo hay autores con su verdad, válida para cada uno en el fondo de sí mismo, generalmente ajena a lo que se declara para el bronce.

Si yo tuviera que dar respuesta a esa pregunta estaría en un verdadero aprieto. Ni las sofisticadas y profundas ni las ingeniosas y simples me representan. Sólo me mueve ser autor, en el sentido etimológico del término que señala que el autor es el que aumenta. ¿Qué más nombre para un simple ser humano que poder aumentar la realidad con una obra concreta salida de su imaginación? ¿qué más noble, además, reconocer que no lo ha hecho solo? Él sabe que su obra, sus historias, provienen del colectivo social, del cual forma parte desde su niñez.

Su obra es producto de toda la sociedad y él solo (y ahí está su valor) puede tener o no el talento de verbalizar esas historias que le parecen significativas, en una estructura que la tradición considera literatura. Y como no tengo otra respuesta que me parezca verdadera, voy a tomar prestadas (en la literatura todo es préstamo) las simples, pero sabias palabras del escritor peruano Fernando Iwasaki, para concordar con él en que escribo “… porque dedico todos los libros de ficción a mi mujer y así – mientas siga escribiendo – ella sabrá que la sigo queriendo””. El autor.

 


Autor: Carlos Díaz Amigo
Editorial: Puerto de Escape
Publicado: 2021-04-21
Número de páginas: 104
ISBN: 9789566077121

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